Un nuevo pelotazo urbanístico amenaza con destruir las naves del arquitecto Antonio Palacios donde se alojaron las primeras cocheras del Metro de Madrid.
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Cada vez que una administración pública se ahoga a consecuencia de sus políticas derrochadoras y su falta de previsión, acude al mecanismo depredador de la venta de bienes públicos. La lista de las torres que puntúan la ciudad traza un mapa de excesos urbanísticos, que no responden a ningún planteamiento racional, paisajístico o de necesidad de los ciudadanos, sino a una forma de hacer caja por la vía rápida en los momentos de crisis, cuando no de favorecer a determinados intereses privados, como ocurrió con las cuatro torres construidas sobre la ciudad deportiva del Real Madrid, y como está anunciado para los terrenos de la fábrica Mahou y del estadio Vicente Calderón. La torre de Valencia surgió sobre un modesto parque de bomberos, como la torre del Retiro sobre la estación de Goya. La estación del Norte se convirtió en un masificado barrio de bloques y un centro comercial, y la antigua Gerencia de Urbanismo será un bloque en altura totalmente ajeno a su posición enfrentada a una colonia de hotelitos. Si las administraciones públicas actúan con esa codicia especuladora, qué se puede esperar que pidan los promotores privados.
El último pelotazo que se anuncia es la venta de terrenos del Metro de Madrid en Pacífico, en Ventas y en Cuatro Caminos. En este último lugar ya se conoce, por artículos de prensa y por anuncios en las paradas de autobús, la existencia de un proyecto reclamo basado en un gran bloque-torre de 25 plantas y otros menores de siete. No sabemos qué necesidad tiene, ni qué gana Madrid con semejante tarugo en ese lugar, aparte de enjugar algún déficit presupuestario que no nos va a servir para rebajar ni un euro el IBI, ni tampoco sabemos qué destino se dará a las cocheras históricas del Metro, cuyas naves diseñadas por Antonio Palacios aún se conservan en buena parte, mostrando su esbelta y ligera arquitectura de perfiles de acero roblonado, digna de ser protegida y restaurada.
Suponemos que una vez más se acudirá a la demagogia de las zonas verdes, que luego son zonas exclusivas para los nuevos edificios, o bien jardinillos residuales y de escaso uso a la sombra de las moles edificadas. A cambio, se eliminará la oportunidad de recuperar una arquitectura histórica, y dotar a este barrio con una dotación cultural que lo cualifique, como podría haber sido un museo del Metro o de los tranvías de Madrid, que tendría además la peculiaridad de estar conectado con la red de líneas a través de la boca de túnel que se conserva con su decoración característica.
Frente a la ciudad pelotazo, realizada de espaldas a los ciudadanos y de los propios técnicos urbanistas, que no tienen otro papel que el de asentir las peticiones de los promotores, reivindicamos la ciudad que satisface las necesidades de sus habitantes de un modo amable, atento y considerado.
Reproducimos una imagen del proyecto vendido por la inmobiliaria Ibosa, en la que se aprecia el carácter desmesurado, ostentoso y vulgar de la propuesta, que supuestamente libera unas zonas verdes a las que aplasta con la presencia de los enormes edificios. Lo que se ve en primer plano son los campos del Canal de Isabel II: otro pelotazo, aunque sea de golf.
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